La mala educación

Desde que estoy trabajando en la carpa de Cilsa -una ONG que trabaja por la Integración de las personas con discapacidades- me conecté con muchas historias de vida que para el mundo no son nadie pero que para nosotros deberían ser nuestro mundo porque es la realidad que vivimos.

Es preocupante recibir tantos comentarios sobre obras sociales que no ayudan en la rehabilitación de personas con discapacidades, relatos sobre la osadía de viajar en un medio de transporte en silla de ruedas, gente de sesenta años que cuenta cómo sufre el aislamiento de esta sociedad hecha para adolescentes que tienen como ídolos a una tal "cumbio" que es aplaudida por sacarse fotos y subirlas a un flog que tiene más de doscientas visitas.

También veo como se juntan grupitos de Emos y Floggers en la plaza cuatro horas quien sabe para qué. Veo que hacen votaciones y me pregunto, ¿Por qué estarán levantando la mano? ¿Para sumarse al voto de hoy me quise suicidar? ó ¿Hoy me corté con la gillete para ver si descubría algo nuevo?

Y nos preguntamos ¿Quién tiene la culpa? ¿Cómo fue que llegamos a esto?

Quizá la respuesta la encontremos en la Educación.

Estos son los hijos de la televisión. Los que se educaron de la mano de la caja boba y viven su mundo dentro de un reality show, filmándose, sacándose fotos y haciendo día a día la exposición de su intimidad como un show a través de la web. De eso se trata esta generación. De la carencia de ejemplos, de comunicarse a través del cuerpo alimentando el culto a la imagen mediante la anorexia, las conductas suicidas, el consumo de drogas y quien sabe cuántas cosas más que cada día son tomadas como "modos de vida".

Hoy tenemos "tribus urbanas" que se reúnen a perder el tiempo, que irónicamente se interesan en llenar un vacio existencial, que piden un minuto de fama para revelar su libertinaje.

Vuelvo a entrar a la carpa y veo otra realidad. Una que me gusta más. Gente que se entusiasma con los talleres, chicos que tratan de aprender el alfabeto para comunicarse con los sordos y así charlar con nuestra tallerista hipoacúsica.

También me encuentro con una realidad más dolorosa. La de los pibes de la calle, que más que pibes parecen veteranos de la violencia. Capaces de robarse una silla de ruedas para hacerse pasar por personas con discapacidad motriz con el fin de que les den una moneda, veo hambre, también veo mucha pero mucha carencia de afecto. Hay gente que pasa todos los días por la carpa simplemente para charlar con alguien o porque todos sus afectos los marginaron o porque perdieron todo tipo de esperanza y solo buscan una oreja, un lugar donde pasar el tiempo...

Y ahí es cuando me doy cuenta de que no es casualidad lo que pasa. Llevamos años de ignoracia, de acumular fracasos repitiendo el mismo error: falta de información. Haciendo ojos ciegos a las verdaderas problemáticas, tratando de engañarnos para tapar la realidad, esa que hoy nos representa: el show de la real nada.